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3 ciudades y un viaje sin final

Los últimos 6 años de mi vida han sido un viaje con escala en tres ciudades muy distintas. Por aquel entonces vivíamos en Santiago de Compostela y, al que es hoy mi marido, le ofrecieron un proyecto en una ciudad completamente desconocido para nosotros, por no saber, no sabía ni ubicarlo en el mapa. Dubai fue el primer destino que apuntaríamos en nuestra Hoja de Ruta.

Recuerdo salir del aeropuerto y notar un aire caliente agobiante que contrastaba con el frío que emitía el aire acondicionado del taxi. Aquel trayecto del aeropuerto hasta el Hotel se ha quedado grabado en mi memoria: de madrugada, por Sheikh Zayed Road -la principal arteria de la ciudad- y el tráfico de coches era tan impactante como los majestuosos edificios, a un lado y al otro, todos salpicados por una infinidad de luces. Llegamos a nuestro destino, mi marido se incorporaba a su nuevo puesto y yo tenía que empezar de cero en un lugar desconocido, pero me gustaba la idea.

Asociaba Dubai a un país regido por el Corán, donde las mujeres tendrían todos sus derechos restringidos, ni a opinar, ni a decidir e igual, no sé, ni a trabajar. Nada más lejos de la realidad, tenía un vendaje en los ojos que no tardaría en caerse para así descubrir una ciudad fascinante, construida en medio del desierto, rodeada de lujos y excentricidades, en se podían visitar islas artificiales, hoteles de 7 estrellas,  vistas panorámicas y terrazas de ensueño en los edificios más altos del mundo. Pero a pocos metros de este oasis de color las condiciones de vida eran muy distintas, en la parte trasera de la ciudad vivían afinados en condiciones infrahumanas los esclavos del lujo, trabajadores de India, Nepal o Pakistán que recibían un miserable sueldo a cambio de trabajar de sol a sol. Esta brecha entre ricos y pobres tan marcada, sin duda me hizo pensar mucho. Esta foto fue tomada en Al Satwa, donde obreros de todas las nacionalidades rompen el ayuno inmediatamente después de la puesta del sol –Iftar Dinner-.

Eran 3 los objetivos: mejorar mi inglés, buscar piso y trabajar. Por aquel entonces mi nivel de inglés no era muy bueno y tenía que trabajar, lo cual era una ecuación bastante complicada de resolver. Me recorrí de punta a punta todos los coffee mornings y reuniones similares en donde pudiera practicar mi inglés, que apoya con unas clases semanales en una Academia. Y así fue que en cuestión de pocos meses me noté con capacidad suficiente para enfrentarme a una entrevista de trabajo. Necesité una conexión Wifi  y mucha paciencia. Tenía experiencia en España pero realmente no era muy valorada, el mercado laboral en Dubai requería profesionales con experiencia local. Me conectaba por las mañanas a todos los portales de búsqueda de empleo y me pasaba horas delante del ordenador. Nunca conté las entrevistas a las que fui, pero fueron muchísimas!. Cuando salía con mi marido el fin de semana, le decía: en este edificio hice una entrevista, en este otra, ah! y en este también!. Aparte de buscar trabajo a través de la red, asistía a reuniones que organizaba el Consulado -siempre puedes conocer a alguien que busque lo que tu ofreces-, reuniones de networking y demás eventos en los que pudiera establecer relación con empresarios/profesionales. Diseñé unas tarjetas de visita con los datos básicos de mi CV y las  entregaba en esta reuniones – para que no se olvidaran!-.

Fue difícil, muy difícil diría yo pero finalmente encontré trabajo en una constructora española. Estuve un año y al terminarse el proyecto busqué trabajo de nuevo, pero aquí ya fue más fácil, en apenas un mes ya estaba trabajando en una multinacional.

Disfrutamos mucho Dubai, tanto de noche como de día. Me encantaba ir a los mercados -Zoco del oro, Zoco de las Especies, Al Karama, mercado de las telas y visitar a los tailors- a pasear y descubrir pequeñas tiendas repletas de cientos de cosas que siempre me sorprendían.

Fueron 3 años en Dubai y cuando mi marido finaliza el proyecto, escribimos el segundo destino en nuestra Hoja de Ruta: Riyadh, Arabia Saudí. Ambos son países árabes, poca distancia los separan pero completamente distintos.  Arabia Saudí es un punto y aparte, el cambio fue aplastante.

Otras tantas dudas, igual que al principio, se alojaban en mi cabeza pero la que más me agobiaba era: podré trabajar? A través de foros y de redes sociales empecé a contactar con gente que ya estaba instalada en Riyadh y todos dijeron que no, que no estaba permitido, que no se gestionaban Iqamas de trabajo para mujeres. Pues vaya panorama! Yo me quedé un tiempo en Dubai y mi marido estaba en Riyadh de Lunes a Viernes -ojo, no os lo recomiendo!-. Empecé a buscar trabajo desde Dubai a través de la red y no tardó en aparecer!. Quién dijo que las mujeres no podíamos trabajar en Riyadh.

Empecé a trabajar en una subcontrata del Metro de Riyadh; me ayudó mi experiencia previa pero también ser española, ya que este proyecto es construido por una de las mayores constructoras españolas. Gracias a este trabajo sobreviví en Riyadh 2 años, de lo contrario, habría sido tremendamente difícil.

Todavía en Dubai tocaba preparar la maleta para mudarme a Riyadh; lo primero, comprar una Abaya. Cuando me la probé me quedaba como un saco, era tan floja que podríamos entrar dos personas!. Y le dije al dependiente: me la podría  ajustar un poco en la cintura por favor? Casi se muere del susto!. Pero señora, me dice, cómo la vamos a ajustar, si se va usted a Riyadh y la tiene que llevar floja, muy floja, no se puede notar la silueta!. La ventaja de llevar Abaya durante esos años fue que apenas me gastaba dinero en ropa. Aunque yo no resigné a verme vestida de negro todos los días, si parecía un cuervo! y pronto me hice con algunas con un toque de color, eso si, muy suave.

Mi rutina allí era completamente distinta a mi vida anterior. Las mujeres no podíamos conducir, y la verdad, lo agradezco ya que los locales tienen una conducción muy  peligrosa, sin reglas y sin miedo a nada. Tenía un chofer que me dejaba en la oficina a las 8:00 am. Al existir segregación de sexo, en mi oficina solo había mujeres, algunas locales permanecían toda la jornada laboral con el Niqab -el velo que cubre el rostro y deja al descubierto los ojos-. Si coincidía que me marido estaba por la zona, salía a comer con él, de lo contrario prefería quedarme en la oficina y así evitar miradas indiscretas y posibles reprimendas por parte de la policía religiosa –Mutaween-. A las 6.00 pm me recogía el chofer y me llevaba a casa; vivíamos en una zona residencial, acordonada por cuatro muros que no dejaban ver lo que sucedía al otro lado -no era mucho, calles sin asfaltar y acopios de arena a un lado y al otro -. Nunca he ido tanto al gimnasio, una de las pocas cosas positivas de vivir en  Riyadh es que tienes mucho tiempo para dedicártelo a ti mismo. Los fines de semanas organizábamos comidas y alguno que otro íbamos a Bahréin a disfrutar de la vida social. Aquí me quede embarazada y aunque todos los controles los hice en Riyadh -conocí a una ginecóloga española con la que estaba encantada- me volví a España para dar a luz y ya recuperada, me lleve a la pequeña de vuelta a Riyadh. Cuando cumplió 6 meses nos comunicaron que un nuevo destino nos esperaba – yo casi no me lo creía, que alegría!-. Esta foto es en Riyadh, junto a mi marido y la pequeña Alma.

Desde Edimburgo estoy escribiendo este relato. Ya hace unos meses que nos mudamos y me doy cuenta que he tenido que vivir en Riyadh para valorar cosas tan importantes en la vida como pasear por la calle,  sentarme en una cafetería a tomar un café sola y observar a la gente que entra y sale,  ir al supermercado andando y sin estar pendiente de quedarte encerrada debido a que es hora de rezar, ponerme un abrigo de color rojo!. Vaya descubrimiento, yo no sabía que estas cosas me hacían tan feliz pero no lo volveré a olvidar. Creo ahora sonrío más y todo.

La ciudad donde nació Harry Potter está presidida por un majestuoso castillo en el centro de la ciudad. Su  estructura medieval  y la magia de sus ilustres personajes hacen que caminar por sus calles sea fascinante. Está repleta de Iglesias y chimeneas y, huele a pan, si, si, parece ser que proviene de las fábricas de cerveza situadas en la periferia. Mientras descubro esta majestuosa ciudad y conectada a una red Wifi ya he empezado a buscar trabajo de nuevo  y la verdad me ha sorprendido que ya estoy empezando a recibir llamadas y la búsqueda está dando sus frutos. Todavía no conozco mucho las características del mercado laboral aquí, pero me atrevería a decir que con experiencia previa y dominando el idioma no es complicado encontrar un trabajo cualificado.

Muchas gracias a José Aguilar por dar visibilidad a esta Hoja de Ruta. Si algún lector de este relato necesita algún consejo o tiene dudas sobre la vida en Dubai, en Riyadh o en Edimburgo, que no dude en escribirme.

Adriana Insua

Adriana Insua es graduada en Relaciones Laborales y Recursos Humanos por la Universidad de La Coruña, Human Resources Management Master y Health, Safety and Environment Master. Actualmente vive en Edimburgo.

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