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Al calor de la sauna finlandesa

En diciembre de 2013 me mudé a Finlandia con la maleta cargada de miedo e ilusión. Y mucha incertidumbre. ¿Y si no salía bien? ¿Aprendería un idioma que se me antojaba complejo y sin sentido? ¿Me adaptaría a la cultura de la sauna? ¿Cómo llevaría la oscuridad esa que todos hemos oído que existe? Pues tendría que vivir aquí por un tiempo para poder resolver las dudas.

Si empezar una vida laboral en un país extranjero chapurreando inglés es difícil, si no hablas la lengua local, ya estás excluido de muchas plazas que requieren obviamente finés, o si no habrá otro aspirante con las mismas capacidades técnicas y que además es nativo. Así que mi plan fue centrarme en estudiar el idioma con cursos intensivos varias horas al día de lunes a viernes, y buscar trabajo que me interesase de verdad. No quería gastar la energía ni el tiempo en algo que no iba a motivarme.

Tras un centenar de solicitudes, decenas de cursos de finés, varias entrevistas, reuniones con la oficina del paro, mucha frustración y 10 meses (¡10 meses!) viviendo en dos ciudades distintas, conseguí una empresa en la que hacer unas prácticas de un curso de reinserción en el mercado laboral, organizado por la oficina del paro. Así que, a finales de octubre de 2014, cuando los días se acortan a una velocidad que da susto, hay una nube gris oscura, húmeda e inamovible hasta febrero, un sol que si sale apenas asoma por el horizonte, parecía que la vida volvía a sonreír.

Mi empresa Aker Arctic se dedica principalmente al diseño de barcos rompehielos. ¿Y qué hace una ingeniera de caminos en una empresa de ingeniería naval árctica? Pues estudiar las cargas de hielo en los puertos de los rompehielos y los problemas asociados al hielo para las funciones de atraque y carga. Obviamente, no tenía ni de hielo, así que una de las primeras tareas que tuve que hacer al empezar a trabajar fue volver a la universidad a estudiar “mecánica de hielo” y “estructuras árcticas”. Pero, el gran evento que he tenido la suerte de vivir gracias a esta empresa fue ir de travesía por el ártico canadiense (desde Ducth Harbor en Alaska hasta Nuuk en Groenlandia) durante 3 semanas a bordo de un rompehielos finlandés, Nordica. Mi objetivo era entender y aprender los problemas asociados a la navegación hielo y ver los tipos de hielo marino que existen, más allá de la teoría en un libro. Además de mucho hielo, en el viaje se cruzaron auroras boreales, osos polares, focas curiosas, icebergs y paisajes de postal.

En el mar de Beaufort con el rompehielos MSV Fennica
Mar congelado en Peel Sound (archipiélago canadiense)
Auroras boreales en Nuuk (Groenlandia)

Cuando estudié ingeniería de caminos y más tarde un máster de hidráulica ambiental, nunca pensé que existiese el tipo de trabajo al que me dedico. Obviamente los problemas de hielo en los puertos de España son inexistentes, pero en un país como Finlandia, donde el mar está congelado mínimo 3 meses al año, han tenido que desarrollar la ingeniería para asegurar funcionalidad de puertos y barcos durante todo el año, fascinante. Además, al estar en contacto con los ingenieros navales, estoy teniendo oportunidad de entender de primera mano factores relacionados con la funcionalidad de los rompehielos que afectan al diseño de puertos. También estoy participando en estudios de trafico de barcos, algo que nunca imagine que haría.

Y ya son 5 años viviendo y 4 años trabajando en un país con una cultura laboral completamente distinta a la de España. Donde el trabajador puede influir sobre su proyección profesional dentro de la empresa. Donde se le da responsabilidad a la gente joven sin necesidad de tener 20 años de experiencia, pues si nunca tienen la oportunidad de llevar a cabo ciertas tareas nunca tendrán experiencia. Donde es posible tener vida entre semana más allá de hacer deporte a partir de las 8 de la tarde. Donde la conciliación familiar es visible. Donde todo parece perfecto. Pero como bien dice el refranero español, en todos lados cuecen habas. Y las de aquí, como en cualquier lado, son para todos los gustos. Así que al final uno tiene que valorar lo bueno y lo malo del país, la experiencia de vivir fuera, lo que te aporta, si tus expectativas de plan de vida van por buen camino. Pero hasta que no lo vivas no podrás saberlo.

Respondiendo a las preguntas iniciales, la decisión de venir a Finlandia fue acertada, pues aquí he encontrado sitio por un tiempo. En cuanto al idioma, es difícil y requiere mucha dedicación tiempo y empeño. He alcanzado un nivel para las cosas cotidianas, aunque siempre se puede mejorar. La sauna me encanta, sobre todo en invierno cuando fuera hace mucho frío y la sauna a 80 grados me hace sentir en el verano andaluz. Y la oscuridad, pues existe. Es un drama y una sorpresa cada año cuando llega, pero viviendo en Helsinki se reduce a 3 meses en los que ves la luz (a veces el sol) unas 5 horas al día.

A modo de reflexión final, si algo que he aprendido estos años viviendo aquí como extranjera e inmigrante es a ver la vida con otra perspectiva, con otros intereses, sin prejuicios, a ser más valiente, a no tener tanto miedo a fracasar. Que vivir en otro país te enriquece, te enseña a valorar tu propia cultura, te abre la puerta a oportunidades profesionales que ni te hubiesen planteado, a hobbies que no sabías que existían o nunca pensaste hacer, te hace echar mucho de menos a tus amigos, pero conocerás nuevas personas que sin darte cuenta te marcaran. Los principios nunca son fáciles, están llenos de dudas, incertidumbre, emoción, miedo… pero con ganas, esfuerzo y mucha paciencia uno acaba encontrando su lugar. Así que, si se te parece que irse al extranjero es una caja negra, ¡lo es! pero es cuestión de abrirla y ver de qué experiencias la llenas, depende de ti.

Cayetana Ruiz de Almiron de Andres

Cayetana Ruiz de Almeron de Andres es Ingeniera de Caminos, Canales y Puertos por la Universidad de Granada. Actualmente trabaja como Development engineer en Aker Arctic Technology Inc.

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