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Carmen, 26. Arquitecta y au pair

Hola a todos,

Hace unos meses me propusieron participar en Caminahora para contar cuáles habían sido las inquietudes que me habían llevado a emigrar y cuál había sido mi experiencia allí.

Cuando empecé a leer los artículos de la web empecé a tener algunas dudas.  La gran mayoría ha conseguido lograr verdaderas hazañas en los países de destino y además, muchas de ellas, relacionadas con su formación.  Mi experiencia ha sido un poco diferente ya que mi trabajo allí, en principio, no tenía nada que ver con mi carrera.

Después de pensarlo un poco, entendí que mi aventura sí podría aportar un enfoque distinto al resto, así que espero que cuando terminéis de leer el artículo sintáis que el tiempo invertido ha merecido la pena.

Antes de continuar, me presento brevemente. Mi nombre es Carmen García Sañudo, y soy de Bornos, un pueblo de la Sierra de Cádiz.  He estudiado Arquitectura en la Universidad de Sevilla y tras un año en Londres, actualmente vivo en Madrid.

Hace un par de años estaba terminando el que hasta entonces había sido el proyecto más complicado y exigente de todos mis años de estudiante, el Proyecto Final de Carrera. Por fin, tantos años de esfuerzo y dedicación exclusiva parecían llegar a su fin. Me sentía emocionada, pero al mismo tiempo llena de dudas. ¿Realmente quería trabajar como arquitecta?

En ese momento, tuve la oportunidad de hacer unas prácticas en un estudio de arquitectura en Sevilla. Afortunadamente, en el primer día ya se despejaron todas las dudas. Allí aprendí que el trabajo de un arquitecto supone, además del diseño de proyectos, un enriquecedor ejercicio de colaboración con los compañeros de trabajo, incluyendo profesionales de otros sectores como ingenieros, abogados y economistas.

Cuando terminé las prácticas me ofrecieron seguir colaborando en el estudio, pero ya había decidido buscar trabajo en Madrid. En la capital hay muchas opciones pero también mucha competencia, siendo el dominio del inglés uno de los requisitos básico para poder entrar en la mayoría de los estudios de arquitectura, algunos de ámbito internacional (y éstos últimos son los que más me interesaban)

Por ello, tomé la decisión de irme un año a un país de habla inglesa para aprender y perfeccionar el idioma. Elegí Londres.

Aunque la opción de trabajar en un estudio de arquitectura en el extranjero podría parecer la más conveniente e interesante, habría resultado muy complicado poder comunicarme, más aun utilizando un vocabulario tan específico y con tantos tecnicismos. Así que me planteé la alternativa de trabajar como au pair.

Trabajar como au pair tiene algunas ventajas. Principalmente, no hay que preocuparse por el alojamiento, porque vives en la casa con la familia de acogida (comida incluida). Además, recibes una paga semanal (pocket money), que te permite tener siempre algo de dinero para gastar en lo que necesites.

Con la ayuda de un amigo de mi familia que viajaba a Londres con asiduidad, supe que el primer paso para conseguir trabajo en una buena familia era realizar un Cv adaptado al puesto, diferente y creativo. En menos de una semana llegué a tener más de 20 peticiones de distintas familias. El siguiente paso era realizar videollamadas con las candidatas y así poder elegir a aquella familia que mejor impresión te hubiese causado.

Meses más tarde, me encontraba sentada junto a la ventanilla de un avión con destino a la capital inglesa, cargada con un equipaje preparado para el famoso frío londinense y no para los 35ºC que me esperaban, y con nervios. Los mismos que todo aquel que viaje casi a ciegas a vivir a una casa con “desconocidos”.

Y es que además era conocedora de todas esas horribles historias que se cuentan sobre los abusos a los que se ven sometidos los au pairs, desamparados por la falta de algún tipo de legislación reguladora. O, ¿qué ocurriría si no demostraba estar a la altura? Hasta ahora siempre había superado todos los retos académicos que se habían presentado, pero aquello era totalmente distinto. Se trataba de cuidar a otras personas (en concreto, a tres muy pequeñas).

Inmersa en este tipo de pensamientos tan “optimistas” aterricé en el aeropuerto de Stansted, al noreste de la capital (Londres cuenta con 6 aeropuertos, siendo Heathrow el más importante de Europa). Ya no había vuelta atrás, disfrutaría de aquella oportunidad y la viviría intensamente para tratar de aprovecharla al máximo. Y eso fue lo que hice.

Tomé el tren en Stansted con dirección a Liverpool Street Station, donde me esperaban con el coche preparado para cargar con todo mi equipaje y llevarme hasta la que por unos meses sería mi casa. Con una deliciosa cena de bienvenida que incluía el que a día de hoy es uno de mis platos favoritos (el roast beef), mi host family contribuyó de la mejor manera a que comenzase a sentirme como en casa.

  Lo que me tenían preparado para el día siguiente fue una pasada: alquilamos unas bicicletas y nos fuimos todos juntos de paseo para que conociese un poco mejor el centro de la ciudad: recorrer las orillas del Thames, pasar junto a los imponentes London Eye o el Big Ben y Parlamento Británico, atravesar el parque de St James y hacer una parada frente al Palacio de Buckingham… El día más emocionante de toda mi estancia.

Una semana más tarde, cuando empezó el curso escolar, ya me había adaptado a la familia, a sus rutinas y a sus normas. Por las mañanas me ocupaba de llevar a los niños a la guardería y de realizar pequeñas tareas domésticas mientras que por las tardes estudiaba inglés en una academia. Lo mejor de todo era que al tener que utilizarlo constantemente, todo aquello que estudiaba lo ponía rápidamente en práctica lo que estaba aprendiendo. En mi opinión, esa es la mejor forma de asimilar y en definitiva, aprender a dominar una lengua extranjera.

Durante los fines de semana me dedicaba a explorar la ciudad, una de las más dinámicas del mundo. De hecho, los 11 meses que pasé allí no fueron suficientes para hacer todo lo que me hubiese gustado. Pronto me enamoré de la ciudad, de sus calles y de sus parques, y de su intensa actividad, pues siempre había un concierto al que ir, una nueva exposición que disfrutar o una divertida fiesta de barrio a la que acudir.

Nunca me imaginé que la experiencia de trabajar como au pair me daría lecciones de vida tan valiosas. Entre otras cosas, he aprendido a valorar mejor mi país: el clima y la gastronomía que tenemos en España son insuperables; a no subestimar ningún tipo de trabajo porque de todo se aprende (allí aprendí a planchar por ejemplo); a mejorar la capacidad de reacción y así solucionar imprevistos a tiempo, algo que ocurre muy a menudo trabajando con niños; a ser más responsable y atenta a todo lo que pasa a mi alrededor; a relativizar los problemas e intentar sacar siempre la parte positiva a todo y, en definitiva, a entender y comprobar en primera persona la increíble capacidad que tiene el ser humano de adaptarse a las nuevas circunstancias.

Emigré con el firme propósito de mejorar para después volver a España y tener más opciones de encontrar trabajo aquí y sin embargo, tras haber vivido un tiempo en Inglaterra mis objetivos han cambiado. Ahora quiero seguir viajando, conocer otras culturas, otros países; evolucionar profesional y personalmente tanto como lo he hecho siendo au pair, trabajando como arquitecta en un estudio global que desarrolle proyectos por todo el mundo.

Teniendo este objetivo en mente volví a España para continuar formándome. Ahora mismo estoy cursando un máster en Gestión de Proyectos (Project Management) que me permita explotar mi faceta como futura directora y gestora de esos complejos proyectos internacionales.

Hace unos días hice una entrevista en inglés (algo que antes me habría resultado casi imposible) en un estudio de arquitectura muy importante de Madrid con sedes en Europa, Asia y América. Y he de decir que valoraron muy positivamente que hubiese estado trabajando como au pair en Londres.

Gracias a esos meses de desconexión en un país extranjero pude reafirmarme en qué era lo que verdaderamente me motivaba y qué pasos seguir para lograrlo. Así que sí, podría decir que ha sido la experiencia más gratificante de toda mi vida.

*Para terminar, aquí os dejo algunas recomendaciones por si quisieseis viajar a Londres 🙂

Transporte

  • Dentro de la ciudad, bus y metro: en los autobuses no se permite pagar ni en efectivo ni con tarjeta que no disponga de la opción contact less. La elección más económica para moverte por la ciudad es la de utilizar la OysterCard, una tarjeta que puedes obtener fácilmente en cualquier estación de metro y que podrás recargar incluso por internet.
  • Aeropuertos-ciudad: un servicio de trenes conecta la ciudad con los aeropuertos, con un amplio horario en el que elegir y con mucha flexibilidad para elegir una ida o vuelta abierta si desconoces exactamente a qué hora podrías tomar el tren.

Alimentación

  • Londres cuenta con una gran variedad de supermercados, siendo para mi gusto Waitrose el que mayor calidad ofrece.
  • Una de las ventajas de convivir con una familia inglesa es saber cuáles son los alimentos más típicos de Inglaterra. En este apartado, no puedo evitar destacar las Jaffa Cakes y su eterno debate sobre si se consideran galleta o pastel o los fudges, deliciosos dulces de distintos sabores como chocolate o caramelo.
  • Sainsbury’s, otro supermercado, ofrecía una colección de buenos libros, totalmente actuales, por 3 o 5 libras.

Ocio

  • Museos: Podrás visitar museos tan emblemáticos como el British Museum, la National Gallery o el precioso V&A cada fin de semana porque en Londres la gran mayoría son totalmente gratuitos.
  • Gastronomía: probarás todos los tipos de comida que se te ocurran, siendo las hamburguesas del Honest Burguer de las que guardo un muy buen recuerdo (no te olvides de pedir las “sweet potatoes”). Y además, si te gusta el vino, prueba un bottomless brunch con Prosecco.
  • Visitas culturales a otros pueblos: Londres se encuentra rodeada de ciudades tan importantes como Oxford o Cambridge o pintorescas como Brighton. Para visitarlas recomendaría el bus, bastante cómodo y con precios muy económicos (por ejemplo, 12 libras por un trayecto de 2 horas a Oxford incluyendo ida/vuelta).
  • Royal Albert Hall: busca en su página web algún espectáculo que te guste y reserva. El solo hecho de estar dentro de esa sala merece la pena

Otros

  • Banco: desconozco si con la llegada del Brexit los trámites para obtener una tarjeta de crédito inglesa se han vuelto más exigentes, pero cuando yo la necesité bastaba con ir a una de las oficinas de una entidad (en mi caso HSBC) con una factura de luz o de agua perteneciente al último año de facturación de la familia con la que estabas viviendo y una carta firmada por la persona a cuyo nombre están las facturas en la que se defina cuál es tu rol en la casa y que efectivamente vives con ellos.
  • Paquetería: hay servicios muy económicos de envío de cajas desde Londres a cualquier punto de España. En mi caso envié una caja de 615x615x828mm de 30 kg(enorme) que compré en Big Yellow Self Store, mediante el servicio PackLink por unas 40 libras.

 

Carmen García Sañudo

Carmen García Sañudo es Arquitecta por la Universidad de Sevilla, actualmente cursa el máster en Gestión de Proyectos en EAE Business School.

1 comentario

  • Hola Carmen!
    Acabo de conocer tu historia y te agradezco por haberla compartido. Yo también soy arquitecta y tengo 27 años. Cuando sali de la universidad también me pregunté si la arquitectura era realmente lo que quería. Considere tomarme un tiempo para viajar y descubrir cosas nuevas pero me decidí no hacerlo y enfrentar ‘la vida profesional’. Hoy, 4 años después, aunque ya tengo experiencia laboral y he desarrollo algunos emprendimientos, viajar es algo que aún añoro. Encontré tu historia porque de nuevo estoy soñando con hacerlo siendo au pair, y permitirme el tiempo para definir hacia donde quiero llevar mi vida. Tu historia me da aliento para tomar mi decisión.
    Gracias!