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REFLEXIONES SOBRE NUESTRA FORMACIÓN. PRESENTE Y FUTURO ICCP

Autores: Manuel Chiachio Ruano, Juan Chiachio Ruano y Guillermo Rus Carlborg

En este artículo, que los autores consideramos de opinión, se aborda una reflexión sobre el presente y el futuro de nuestra profesión desde el punto de vista de la formación, y de cómo, a través de la formación especializada de alto nivel, podemos los ingenieros de caminos abordar trabajos y proyectos en sectores hasta ahora no imaginables.

INTRODUCCIÓN

La formación del ingeniero ha estado tradicionalmente sustentada sobre materias consideradas “de base” o científicas, como cálculo, geometría, estadística, hidráulica, etc. La hipótesis es que el dominio de estas materias supone el posterior dominio de las materias “técnicas”, que a la postre conlleva a la capacitación necesaria para abordar un problema de complejidad y naturaleza variables, que eventualmente puede desembocar en una innovación tecnológica. Resumidamente, es lo que se conoce como I+D+i.

En la ingeniería civil del presente siglo, o al menos de la primera mitad, se empiezan a vislumbrar tres características definitorias, que reflejan el impacto de la formación científica y la investigación tecnológica sobre el futuro de nuestra profesión.

En primer lugar, la ingeniería civil se desarrollará en un entorno de austeridad económica durante un periodo prolongado, a lo que hay que añadir una sociedad globalizada cada vez más concienciada y con mayor protagonismo social. Por tanto tendremos que replantearnos el «método».

Segundo, asistimos gradualmente a la unificación de especialidades científicas y tecnológicas que típicamente convivían separadas. Tal es el caso de la Mecánica de Sólidos y la Ingeniería Tisular. A modo de ejemplo, esto hará que un joven ingeniero pueda estar preparado para abordar el diseño y simulación computacional de una córnea humana artificial, al igual que lo hace para una pieza metálica de un puente.

Por último, el incremento exponencial de la capacidad computacional y la proliferación de software especializado, que desde hace unos 15-20 años está revolucionando la forma de hacer ingeniería. Más pronto que tarde, la capacidad técnica del ingeniero va a dejar de ser valorada para dejar paso a su creatividad y su capacidad científica, ya que gran parte del trabajo no creativo será preferiblemente realizado por un ordenador.

 

REFLEXIONES SOBRE NUESTRA FORMACIÓN

Todo lo expuesto anteriormente es un mero ejemplo más de ingenieros de caminos que desarrollan su trabajo en el campo de lo que el Colegio llama “Sectores No Tradicionales”.

Desde nuestro punto de vista, el trabajo que hoy se desarrolla en estos sectores servirá para que pueda ser incorporado como parte de nuestra profesión; esta vez, ya asumido como un sector tradicional. Suponemos que a medio-largo plazo, este proceso se consolidará por la necesidad de mejora en la competitividad del sector, y también por la actual internacionalización forzosa de los recién egresados en busca de oportunidades de empleo fuera de sus fronteras (físicas y del conocimiento).

Cuando un ingeniero afronta el ejercicio de la profesión en sectores emergentes de la ingeniería, se suele encontrar ante el problema de la ausencia de normas, estándares, recomendaciones de diseño, etc.; en definitiva, por la falta de experiencia. Y ello exige trabajar desde el conocimiento. Dicho de otra forma, experiencia es igual a conocimiento en aquellos casos en los que la tecnología es madura. En el caso de afrontar un cambio tecnológico, la experiencia pierde valor en favor del conocimiento de base, que es el científico.

En estos momentos, en los que estamos afrontando un cambio drástico de paradigma en la profesión, y en los que estamos adoptando y desarrollando nuevas tecnologías para incrementar nuestra competitividad, es cuando más se requiere una formación basada en la amplitud y solidez del conocimiento de base. Qué duda cabe que a lo anterior hay añadir una formación técnica complementaria, que permita al ingeniero salvar la distancia que hay entre el “papel” y el prototipo, el modelo, la máquina, la obra, o cual fuere el artilugio de que se trate.

Sin embargo, nuestras Escuelas, inmersas en el proceso de adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior o Plan Bolonia, no están atendiendo con rigor a las necesidades actuales de nuestra profesión: programas de estudios reducidos, supresión de algunas de las materiascientíficas básicas a favor de materias informativas (o de recetario), etc. Pero más grave es aún la falta de atención de los planes de estudio a los indicadores de evolución de la tecnología y de los nichos de competencias emergentes. Como dato, se aporta que prácticamenteninguna Escuela de Caminos incorpora en su plan de estudios alguna asignatura reglada de materiales compuestos, cuando muchos países de Europa, EE.UU y Canadá están requiriendo ingenieros estructurales con conocimientos de materiales compuestos de fibra de carbono. Y esto es por citar sólo un sector en el que tenemos información fehaciente, quedando a un lado otros posibles nichos de empleo, como en el sector de las energías renovables, ingeniería de viento, biomecánica, monitorización, gestión integral de cuencas, ciudades inteligentes,finanzas en la gestión de infraestructuras, etc.

Por desgracia, o mejor, por las circunstancias, ahora no se justifica pensar que estas reflexiones provienen de algún grupo de visionarios con escasa penalización por la práctica. No nos queda mejor opción a los jóvenes ingenieros que plantearnos afrontar el futuro de la profesión como un reto de cambio drástico de la del presente.

Nuestra labor ahora consiste en desarrollar nuestra profesión pese a la herencia recibida.

Consiste también en volver a poner nuestra profesión al servicio de la sociedad, dejando de lado los lobbies político-económicos, y ello, aunque tenga que ser fuera de nuestras fronteras.

 

Agradecimientos a los autores de esta publicación y a la Demarcación de Castilla y León del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos por permitir la difusión de este artículo.

Equipo impulsor

El equipo impulsor de caminahora está formado por Jose Aguilar Medina, Manuel Chiachio, Juan Chiachio y Jaime Benavides. Tiene como misión conectar e intercambiar experiencias de profesionales, con inquietudes de estudiantes, recién licenciados y profesionales.

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