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Salir para crecer

Lunes 10 de septiembre de 2018. Un lunes fresquito pero soleado. Un lunes que comienza con una sesión de bienvenida para los recién llegados al proyecto. Procedimiento típico: introducción del proyecto, localización y presentación del espacio en construcción, estándares de calidad, medidas de seguridad, estrategia a seguir en el encuentro con osos o pumas, qué hacer si descubres huellas de dinosaurio. Bueno, pensándolo mejor, no parece tan típico, ¿verdad? Estamos en British Columbia, Canadá, en el lugar más septentrional, más aislado y más frío que haya conocido. Un nuevo comienzo, otro más. El anterior fue hace apenas siete meses en Dubai, a 11000 km, 40ºC y un par de religiones de distancia.

Este es mi presente, pero para contar mi historia, vamos a empezar desde el principio. Nací y crecí en la ciudad de la que siempre estaré enamorada: Pamplona. Allí estudié, allí crecí, y allí desarrollé la curiosidad y las inquietudes que me hicieron querer más: viajar más, conocer más, vivir más. Durante mi carrera pude vivir en el extranjero varios periodos ―voluntariados en Guatemala y Marruecos y Erasmus en Alemania― pero, aun así, no era suficiente. Es curioso cómo la historia de mucha gente comienza con un lugar ―al que fueron queriendo o sin querer― y ahí cambió su camino. El motor de mi historia no fue un lugar, fue cualquier lugar, fueron todos los lugares. Fue esa sensación de que habiendo tanto y tan diferente, era imperdonable quedarse en la casilla de salida.

Chimaltenango, Guatemala.

En ese punto, de vuelta en Pamplona tras terminar la carrera en Alemania, empezó la búsqueda de mi primer empleo. Siendo sinceros, buscar trabajo desde Pamplona hacia el mundo y sin experiencia a mis espaldas no fue del todo fácil. Sin embargo, siguiendo el estereotipo norteño, a cabezota y constante no se me puede ganar, y eso de rendirse nunca vale, así que la búsqueda dio sus frutos y una de las más reconocidas constructoras españolas me contactó para formar parte de su equipo en México. Aquí sí podríamos incluir el cliché de que al llegar me enamoré del país y no sería mentir. Iba para seis meses, me quedé casi tres años, y ―después de unos meses de baipás― volveré muy pronto. México me lo dio todo. En lo personal conocí, crecí, viajé, aprendí y viví todo lo que el momento me ofreció. En lo profesional comencé mi carrera de una manera que superó mis expectativas. Trabajar en obra con responsabilidad desde el primer día y teniendo que lidiar con todo tipo de situaciones me hizo aprender a pasos agigantados lo que se podría convalidar como master de todo eso que no te enseñan en la universidad.

El zócalo. Centro de Ciudad de México.
Huasteca Potosina, México.
Holbox, Quintana Roo, México.

Saltamos casi tres años en el tiempo a un día cualquiera de trabajo en Ciudad de México. Llamada de oficina central. RRHH. “Hola, Marina. ¿Qué tal? Mira, te llamamos para hacerte una propuesta: te proponemos cambiar de país. Mejor dicho, te proponemos cambiar de países. Muchos países, diferentes continentes, proyectos singulares y de gran envergadura.” (…) “Tienes que contestar ya.”

Microinfarto cerebral y un tsunami de ilusión y vértigo a partes iguales. Esa es la sensación que recuerdo del momento. Hoy, echando la vista atrás, puedo meditarlo un poco más y analizar lo que aprendí. Y es que es curioso cómo nos aferramos a las cosas. A los lugares. A las personas. Nos aferramos a lo nuevo con la misma fuerza que nos ataba a lo que siempre habíamos conocido. Somos seres plásticos: llegamos y –si queremos― nos adaptamos hasta parecer que siempre habíamos estado allí. Que antes no hubo nada. Pasado un tiempo, nuestro presente es un presente eterno, el presente que siempre estuvo ahí, así que abandonarlo duele tanto o más que abandonar nuestro primer hogar. Quizá no duela tanto si abandonas el lugar de acogida para regresar al punto de partida, no lo sé, pero dejar un país de acogida que has sentido como tuyo para marchar a un tercer lugar incierto, ha sido el mayor reto al que me enfrentado hasta hoy.

British Columbia, Canadá.

Hasta ahora mi historia se basaría en la curiosidad como motor y la absoluta certeza del poder que tenemos sobre el propio destino. Y ahí, cada acción cuenta. Cada decisión, cada esfuerzo, va labrando nuestro camino. Nuestra vida, nuestros logros y no logros, están en nuestras manos. Si no hemos conseguido algo todavía es que no estamos poniendo el suficiente esfuerzo en ello, o no estamos usando nuestros esfuerzos de la forma adecuada. Aunque las fuerzas nos suelan flaquear, no hay manera de que agotemos las vías posibles para llegar al objetivo ―realista― que queramos. Vale, no siempre es así. A veces hay cosas que están fuera de nuestro alcance, pero pocas, muy pocas. Además, pensar que el logro de nuestros objetivos está fuera de nuestro dominio, es partir hacia el fracaso. Pues bien, esta es la razón que me hizo lanzarme a por esta nueva oportunidad. Porque las oportunidades hay que buscarlas; hay que ganárselas cada día. Y cuando llegan hay que agarrarlas y merecerlas.

Pasé los últimos meses de 2017 trabajando en España, meses que me dieron fuerzas para el siguiente cambio: Dubai. Drásticamente opuesto a México y España en muchos sentidos, pero el ambiente más internacional y posiblemente el más brillante profesionalmente que haya conocido hasta ahora. El proyecto era la ampliación del metro de la ciudad (Dubai Route 2020 – € 2.6 Billion) y nuestro trabajo consistía en la implementación de técnicas Lean colaborativas, renovación de la estrategia de planificación, modelo de gestión y cambio de mindsets del equipo de proyecto. Además de los miembros del equipo, el proyecto se desarrolló de forma conjunta con una consultora externa que nos ayudó en las primeras etapas de la implementación y nos formó para potenciar nuestras capacidades.

Desierto de Dubai, Emiratos Árabes.

Seis calurosos meses ―incluyendo Ramadán― pasaron en Dubai. Siguiente parada: Canadá. Y volvemos al presente. Aquí estoy ahora, en la tarde de mi primer lunes. El proyecto es igualmente increíble, Site C – Clean Energy Project (C$ 8.3 Billion) un proyecto energético con una central hidroeléctrica de 1100 MW en el río de la Paz de British Columbia. De mi experiencia en Canadá no puedo decir nada todavía, solo que el proyecto es increíble, que llego con la misma fuerza que en mis anteriores comienzos, y que me quedan tres meses para descubrir lo que duelen 30 grados bajo cero, porque como dicen ya por aquí, Winter is coming.


Lake Louise, Alberta, Canadá.

Como conclusión, me gustaría insistir en lo que ya se ha comentado en todas las entradas que he podido leer: animar a todos a que se vayan fuera, a dar un pasito más. El salir, ya sea de tu país o al menos de tu pueblo o ciudad, amplia tus horizontes de manera que solo se puede explicar viviéndolo. La vida es muy cortita para quedarse en lo conocido, en lo cómodo. El salir, el cambiar, hace que tu tiempo de vida sea más intenso. Vivir más, vivir diferente, nos hace aprender, nos hace crecer, nos hace conocer y conocernos más. Nos amplía la visión que tenemos del mundo y también nos enseña quiénes somos realmente. Sin que haya nada ni nadie que te diga qué hay que hacer, cuál es el siguiente paso. El siguiente paso es tuyo, hay un millón de alternativas y depende solo de ti. Tener el poder total de tu destino te aporta esa maravillosa libertad de saberte dueño de tu vida.

Profesionalmente la aportación es tremenda. Amplia tus conocimientos pero también tus capacidades. Aprendes a tratar, a reaccionar, a gestionar y a pensar de formas diferentes. Desarrollas habilidades resolutivas que casi de forma imposible tendrías de no haber vivido y haberte enfrentado ―que es muy diferente a vivir― a todo lo que te expone el salir solo al mundo.

Es muy respetable querer quedarse donde se está, donde se nace y se es feliz. Pero al quedarte renuncias a un desarrollo que, bajo mi punto de vista, nunca sabrás si fue tu elección o la de tu miedo. Que el miedo o la comodidad no dominen tu vida. La opción fácil nunca es la correcta, o al menos, no la más divertida.

Planning Workshop. Lean Construction & Last Planner System.

Marina Monreal Beortegui

Marina Monreal Beortegui es Graduada en Edificación por la Universidad de Navarra, Ingeniera Civil por la Technische Universität Dresden. Actualmente trabaja como Planning & Project Control Engineer en ACCIONA.

1 comentario

Responder a guillermo Cancelar

  • Muchas gracias por tu post.
    Acabo de terminar la carrera, y puesto que por aquí hay poca cosa, o piden años de experiencia me planteo irme fuera…aún no, pero en pocos meses…lo ideal sería conseguir un trabajo desde aquí, no » irse a la aventura» mas que nada por el desembolso económico sin certeza de conseguir un trabajo.

    Para ello, como me recomiendas conseguir esa oportunidad? Como hacerle ver a una empresa que estoy dispuesto a irme?

    Muchas gracias!!

    Guillermo Navarro