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De aupair en Londres a ingeniera en Afganistán

Finalmente me animo a contar mi historia como Ingeniera en Inglaterra, quizá en un punto de inflexión tan importante como cuando dejé España por primera vez: haciendo las maletas de nuevo para emprender un nuevo viaje, esta vez a Emiratos Árabes Unidos.

Si hay un denominador común entre los emigrados de España ese seguramente sea el avión. Ya sea para volver a casa de visita, realizar viajes de trabajo o explorar nuevas ciudades, el avión se ha convertido en mi principal medio de transporte durante los últimos 6 años, y es en uno de mis trayectos en él, donde finalmente me he animado a escribir esta historia.

Verano de 2012, recién terminada la carrera de Ingeniería Técnica de Obras Públicas y con una situación laboral en España poco prometedora, decido embarcarme en una nueva aventura en un país desconocido para probar suerte en el ámbito profesional o por lo menos, mejorar la lengua inglesa.

Entre las opciones más rápidas y sencillas para asegurarse un «techo y comida» cuando se llega a Inglaterra por primera vez, es comenzar a trabajar cuidando niños como interna en la casa: la muy conocida profesión de aupair.

Lo que nunca podría imaginarme es que la familia para la que iba a trabajar se convertiría prácticamente en la mía, unos padres encantadores con unos hijos maravillosos que ayudaron a que mi primer contacto con un mundo totalmente desconocido fuese lo más agradable posible. Fueron dos años de aprender el lenguaje coloquial, conocer las costumbres de una cultura más fría que la española, pero a su vez me sentí inmensamente acogida.

Tras vivir un par de años explorando los rincones londinenses y viajando por Europa, empecé a enviar mi currículum a varias empresas. Tras un par de entrevistas, encontré mi primer trabajo en una multinacional de Energía e Ingeniería al sur de Londres. Nunca había escuchado hablar de KBR, ya que, dada mi especialización en transportes urbanos, siempre me había centrado más en empresas de transporte. De alguna manera KBR estaba destinada a ser la empresa que me catapultaría a desarrollarme profesionalmente en las localizaciones más inimaginables del mundo.

Nunca olvidaré el primer día que llegué a la empresa: Septiembre de 2014, mientras caminaba por el campus lleno de árboles y vegetación, aquello parecía más un bosque que un parque empresarial (aquí se encuentran varias empresas tan grandes como Unilever).

Puse un pie dentro del edificio principal el cual me pareció enorme, solamente en el campus de KBR trabajaban por aquel entonces más de 1 200 empleados, con un río de gente entrando y saliendo, eso sí, de manera muy ordenada (como buena cualidad de los británicos). Respiré profundamente, e inmediatamente supe que ese era mi sitio.

Comencé trabajando como technical clerk en el departamento de Document Control en la segunda fase del proyecto más grande que la oficina llevaba en ese momento: el desarrollo de varias plataformas marítimas para la extracción de gas en el mar Caspio. El proyecto era fascinante, aunque lo más cerca que estaba de trabajar con los planos del proyecto era mientras los archivaba. Estaba claro que trabajar en la parte administrativa no era algo que esperaba hacer por mucho tiempo, pero sabía que era la manera de «meter cabeza» en la industria. Así fue, y tras 3 meses de hacer muchos contactos, obtuve mi primera oportunidad trabajando en el equipo técnico de Gobierno y Servicios; dejando a un lado el sector de Energías, comencé haciendo diseños en Autocad de bases militares para un proyecto del Ministerio de Defensa del Reino Unido.

Me pereció muy interesante poder utilizar mis conocimientos de planificación adquiridos en la carrera en un ámbito tan dispar a lo que yo imaginaba que acabaría trabajando. Las bases militares pueden asemejarse a pueblos pequeños donde se encuentran las zonas de alojamiento, comedores, zonas de recreo, así como la zona de servicios con sus depósitos de agua, generadores, estación de agua residual, etc.

Tras llevar un tiempo en el departamento y ya habiendo participado en varios proyectos similares, mi jefe me llamó a reunirme con él para ofrecerme una oportunidad que marcó uno de los hitos de mi desarrollo profesional: trabajar como oficial técnico de ingeniería civil en uno de los proyectos militares en Afganistán.

No me lo pensé dos veces y acepté la oferta. Ya estaba «enganchada» a nuevos retos profesionales y este se presentaba como una oportunidad única, no solo por la situación geográfica, sino por las responsabilidades que este puesto conllevaba.

Me encargaría de proporcionar las soluciones técnicas de ingeniería civil para el mantenimiento de una base militar de la OTAN donde conviven más de 30.000 militares y civiles de todo el mundo.

Fueron dos visitas a KAF (Kandahar Airfield), la primera de 3 semanas de duración y la segunda de dos meses y medio donde trabajé y viví «encerrada» en una base militar sin descanso durante los fines de semana, ya que en este tipo de proyectos se suele trabajar en rotaciones, es decir, las semanas que se permanece en site son continuas, descansando las semanas de off-rotation.

Trabajar en una zona bajo conflicto conlleva a pasar unos cursos de preparación cuyas normas de seguridad deben cumplirse de manera estricta por la seguridad de todos. Esto es algo que a primeras puede imponer bastante, pero al ver de primera mano la profesionalidad de los cuerpos militares y la seguridad de la base, supe que estaba en buenas manos.

Cabe mencionar que nosotros, como civiles, estábamos aislados de las zonas donde los militares entrenan, además, la base está protegida por varias líneas de seguridad, así como también consta de cámaras aéreas unido a las torres de vigilancia.

Mi oficina de trabajo no distaba mucho de una oficina cualquiera de obra, excepto por la diferencia de que, junto a los EPIs, cada empleado debía tener a su lado su casco y chaleco antibalas por medida de seguridad. Afortunadamente solo tuve que utilizarlos durante simulacros.

Como ingeniera en la base, tuve la oportunidad de iniciarme en la gestión de proyectos, por ejemplo, como la preparación de la solución técnica de las peticiones de mantenimiento, que podían variar desde la renovación del vestuario del edificio de bomberos a la construcción de una sala de armamento para la policía militar.

Aunque los trabajos en sí no eran muy grandes, me permitió involucrarme en todo el proceso pasando por la parte comercial, adjudicación de subcontratación y seguimiento de la obra.

Este puesto era de carácter temporal y volví a Reino Unido para reincorporarme a mi equipo técnico.

No pasaron muchos meses cuando otra oportunidad ligada a la gestión de proyectos o Project Management llamó a mi puerta. Volvería a trabajar en bases militares, de nuevo en Oriente Medio y añadiendo varios países a lista como Bahrain, Irak y EAU.

Esta vez dando soporte al Ministerio de Defensa Británico para el mantenimiento de sus bases en varios países, nosotros nos encargábamos de la gestión de catering y lavandería, así como el mantenimiento de generadores y equipos, lo que llamamos soft & hard services.

En un proyecto con más de 400 empleados repartidos en 5 países, fue aquí donde me metí de lleno en la gestión trabajando como apoyo directo del Project Manager, participando desde la contratación de personal en reuniones con RRHH a la elaboración de contratos y subcontratación con el departamento de Contracts & Procurement, así como la preparación del sitio web junto con Information Management para la gestión de la documentación del proyecto.

Por requisitos de trabajo viajé de nuevo a Afganistán, esta vez a Kabul, la capital del país.

Como anécdota curiosa, en esta ocasión coincidí con las fuerzas militares españolas (si ya da alegría encontrarse con españoles de viaje, en unas circunstancias así, reconforta más si cabe), y con la hospitalidad que nos caracteriza, me invitaron a comer paella al día siguiente en su campamento. Por un segundo fue como estar en casa.

Ya con experiencia adquirida en la gestión de proyectos, me crucé con una oferta de trabajo en la intranet de la empresa donde se necesitaba un ingeniero de proyecto para trabajar en una de las mayores reservas de petróleo del mundo. La explotación se encuentra en Irak, pero el puesto se desempeña principalmente en la oficina central en Abu Dhabi.

Tras comentarlo con mi jefe, este me animó fervientemente a coger la oportunidad, y como por mi parte seguía con hambre de nuevas experiencias en el mundo laboral, sin más dilación me inscribí en la oferta.

Fue en uno de mis viajes de trabajo a Dubái, donde mi nuevo jefe se pondría en contacto conmigo para comunicarme que me habían dado el puesto, así que dos meses después me despedí de mis compañeros y amigos en la que había sido mi “casa” durante cuatro años e hice las maletas para mudarme a Emiratos Árabes Unidos, un país famoso por su opulencia y ligado al petróleo, en el que se encontraría mi nuevo proyecto.

Y aquí me encuentro, camino a un nuevo destino, cargada de ilusión y ganas por empezar una nueva aventura.

Trabajar para una empresa multinacional con proyectos tan diferentes y con responsabilidades tan variadas, a la vez que trabajar en un ambiente multicultural, me ha hecho adquirir una visión global de cómo desarrollar cualquier trabajo, con un acercamiento más abierto y, sobre todo, ha hecho crecer enormemente mi capacidad de adaptación.

Quizá mi historia no acabe aquí, y quizá haya una segunda parte a este relato contando mi paso por EAU y quién sabe si con proyección de vuelta a Europa u, ojalá, a mi querida España.

Gracias por llegar hasta aquí, espero que hayas disfrutado de este trocito de mi experiencia profesional por el mundo.

Andrea Martínez Cremades

Andrea Martinez es Ingeniera Civil por la Universidad de Alicante.

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