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Vivir en el hilo que cose las Américas

Escribo este texto mientras espero en el aeropuerto de Bilbao a mi vuelo hacia Panamá para volver a la rutina, después de uno de esos viajes de vuelta a casa que le dejan a una las emociones algo revueltas.

Mi aventura en Panamá comienza en enero de 2017, hace ya casi dos años. Me encontraba en este mismo aeropuerto, esperando al mismo avión, pero sin tener ni la más remota idea de lo que me esperaba al otro lado del charco.

Las circunstancias me han llevado a vivir pegada a una maleta desde los dieciocho años. Desde Bilbao, me fui cuatro años a San Sebastián, cerca de casa. El siguiente salto fue Madrid para mi último año de universidad.

Terminé la carrera de Arquitectura en junio de 2015. Hasta ese momento, había compatibilizado mis estudios con prácticas profesionales, concatenando una beca y otra para poder mantenerme en un mercado profesional completamente paralizado. Muchísimos despachos de arquitectura del país habían desaparecido, y otros se mantenían con la musculatura mínima para afrontar lo que iban a ser unos años de mucha escasez. Durante mi etapa de estudiante, tenía la papeleta resuelta gracias a programas de prácticas como los de la Universidad del País Vasco, o las becas del Banco Santander, pero una vez que en mi expediente pusiera “Arquitecto” todo iba a ser muy incierto.

A pesar de tener un buen expediente, cuatro idiomas (en menor o mayor manejo), y cierta experiencia, hacerse un hueco en el mercado local era muy difícil. Además, tenía mucha inquietud por irme un tiempo al extranjero, y los años inmediatos a terminar la carrera eran el mejor momento. Tenía la opción de coger un avión hacia algún lado del planeta elegido según no sé qué criterios y probar suerte, o estudiar los programas de becas que me permitieran llegar al país de destino con la oportunidad bajo el brazo.

Solicité una plaza laboral en Panamá a través del programa de becas Global Training del Gobierno Vasco. Después de una selección curricular, una entrevista con la Universidad del País Vasco y una entrevista con la empresa de destino, finalmente me la adjudicaron. Me comunicaron la noticia a los pocos días de tener el título en la mano, y todavía faltaban alrededor de cuatro meses para iniciar el programa. Mis prácticas profesionales llegaban a su fin, y el despacho en el que trabajaba me dio la oportunidad de ir a Qatar a dar los últimos coletazos de un proyecto en el que habíamos trabajado en el último año. Una llamada, un día cualquiera: “Sara, necesitamos refuerzos en Qatar. Tendrías que coger el avión YA”. Primero, mi personalidad inquieta me llevó a decir que sí, después lo pensé, aunque no tuve dudas. Dos días después estaba volando al Golfo Pérsico. Todo esto ocurría en el mes de octubre.

La experiencia fue absolutamente maravillosa. Mucha presión, y plazos de entrega asfixiantes, pero un trabajo en equipo excepcional. Mientras tanto, y desde a oficina de Qatar, terminaba de ultimar los detalles del viaje a Panamá. Desde allí aprovechamos para viajar de manera express a Dubai y Abu Dabi, para conocer más de cerca esta cultura tan extremadamente diferente a la nuestra, y tan desconocida.

Llegaba la Navidad, volví a casa. Deshice una maleta, pero no me molesté en guardarla en el trastero porque en un par de semanas salía hacia el otro extremo del mapa.

Emociones muy intensas. Por un lado, todo lo vivido entre las túnicas blancas con mi grupo de compañeros, las despedidas. Por otro, reencuentro con la familia y pronta despedida también. Pasó la Noche Buena, recibimos al 2016 y a los Reyes Magos, y al avión otra vez.

Recuerdo correr por el aeropuerto de Miami intentando pasar todos los controles de seguridad de Estados Unidos para no perder mi escala. Aterrizamos en Panamá, ya era de noche. Nos vinieron a recoger al aeropuerto, y en el camino a casa, llevaba los ojos abiertos como platos recibiendo las primeras imágenes que me regalaba la capital. Muy poca luz en las calles, torres infinitas… Iba a ser mi casa durante seis meses. Al día siguiente, cogemos el metro para llegar hasta la oficina. Aparecemos en un área poco céntrica, mucho desconcierto. Muchísimo calor, muchísimo tráfico.

El objetivo del programa era desarrollar un proyecto de rehabilitación urbana en un área emblemática del centro de la ciudad: la Vía Argentina, la plaza de cabeza de Einstein y el parque Andrés Bello. Panamá se ha desarrollado de forma muy desordenada fruto de su rapidísimo crecimiento. En muy pocos años, pasó de ser una pequeña ciudad de baja densidad a ser el Miami del trópico, por su característico y fotogénico skyline. Cientos de torres fueron apareciendo a una velocidad de vértigo, pero durante muchos años nadie se preocupó por lo que ocurría en el espacio público que quedaba entre todas ellas. No había aceras, no había pasos de peatones, y los espacios públicos eran escasísimos. Todo el espacio estaba destinado al “carro”, ya fuera para tránsito o aparcamiento. Ser peatón era una tarea bien arriesgada.

De manera inevitable, la alcaldía de Panamá comenzó a tratar esta situación como objeto de estudio prioritario, y se lanzaron varias licitaciones públicas de regeneración urbana que se convertirían en los proyectos piloto de un proceso de evolución de Panamá hacia una ciudad más sostenible y amable para el peatón.

Empiezan a coger importancia los conceptos de peatonalidad, velocidad reducida, transporte público… Siempre con una parte importante de la población en oposición, por no contemplar otra forma de movilidad que no fuera el “carro” privado. Fue un proceso precioso, en el que colaboramos con la Alcaldía de Panamá, la ciudadanía, y alguna que otra institución pública que sólo veía la ciudad como una red de autopistas que le llevan a uno de una torre a otra. Conseguimos finalizar el proyecto dentro de los seis meses que estaríamos allí dentro del programa, pero era tal la comodidad que encontré allí, que decidí buscar trabajo. Seis meses me supieron a poco.

Antes de terminar el periodo de la beca, ya había firmado contrato con una ingeniería española que tenía una de sus oficinas internacionales en el país y comencé a hacer mis trámites migratorios para ser residente permanente. Después de un sin fin de gestiones administrativas y horas invertidas en las colas de las oficinas de Migración, tengo libre acceso al país para toda la vida.

Comencé una fase distinta en el país. Durante los primeros seis meses, todo era nuevo, descubrí las mil maravillas naturales que tiene el país, y fui forjando mis amistades. Esta última tarea no fue nada difícil ya que Panamá es un país que está repleto de extranjeros, especialmente españoles. En ese momento ya me sentía en mi “zona de comfort”. Tenía mi hueco en el mercado profesional y un grupo estupendo de buenos amigos, locales y extranjeros.

Volviendo a un plano más profesional, en este tiempo he tenido la oportunidad de desarrollarme en diferentes ramas de mi profesión: diseño en urbanismo y edificación, ingeniería electromecánica, dirección de obra, y tecnología BIM en cuanto a herramientas o métodos de trabajo.

El mercado panameño tiene algo muy positivo, y es que te permite adquirir responsabilidades siendo muy joven. No hay tanto temor por lanzarle a una persona válida al mercado, a pesar de la obvia inexperiencia por la edad. La energía de la juventud hace que termines resolviéndolo todo antes y después, aprendiendo mucho cada vez que te tropiezas. La evolución profesional es exponencial si uno tiene inquietud por desarrollarse.

El tamaño de los proyectos es una oportunidad que difícilmente encuentra una en el mercado español actualmente. Una vez que te acostumbras a la complejidad de la gran escala, manejarse en la pequeña es mucho más fácil, nunca siendo menos importante.

El campo de la arquitectura es tan amplio y tiene tantas opciones, que creo que en los primeros años de carrera profesional es importante saltar de una rama a otra para experimentar, siempre y cuando la oportunidad te lo permita. Es la manera de descubrir tus habilidades y poder explotar los puntos que marcan en ti la diferencia. Siempre hay tiempo para la especialización una vez que uno sabe en qué marco se siente más cómodo.

Desde que he llegado a Panamá, mis tareas han sido de diseño urbanístico y planeamiento urbano, diseño conceptual y desarrollo de diseño en edificación, coordinación de equipos, coordinación de arquitectura e ingeniería electromecánica, implantación y coordinación BIM… Un recorrido de lo más variopinto.

Cambiando de tercio, lo que más valoro actualmente de España, y especialmente en el País Vasco, es el sistema sanitario. Lo cierto es que sigo sin dar crédito cuando para entrar en la urgencia de un hospital lo primero que te piden es el carnet de seguro privado. Si no lo tienes, y no tienes la enorme cantidad de dinero que supone cualquier examen sencillo, lo tienes complicado. Panamá cuenta con una seguridad social emergente, pero no puede ofrecer sus servicios a toda su población. Las listas de espera son eternas, y es habitual que la gente joven que se ha “colocado bien” profesionalmente tenga su seguro privado, muchas veces en colaboración con las empresas en las que trabajan. La cuota mensual o anual de los seguros privados a partir de cierta edad o con algún achaque crónico es impagable para la población de escasos recursos. Sin tener medios no se tiene acceso a un servicio sanitario digno, aunque se está trabajando en mejorar en esta línea. Y esto es así en la mayoría del mundo, no sólo aquí, por lo que debiéramos sentirnos muy felices por ser una de las pocas excepciones.

He hecho hincapié en el terreno de lo sanitario, pero esto es aplicable a todos los servicios públicos tales como colegios, universidades, centros deportivos, centros culturales, bibliotecas, y toda esa red de infraestructura pública que impide que el desarrollo humano dependa de los recursos económicos con los que uno nace.

En ese sentido, está siendo una preciosa oportunidad trabajar en proyectos de escuelas en comarcas indígenas, entre otros, y no sólo en vistosas torres infinitas. Es muy importante estar de la mano de las dos realidades sociales, también en el trabajo.

La pregunta inevitable: ¿has pensado en volver? Claro que sí. Pero no es tan fácil. Me siento muy cómoda en el terreno profesional y me estoy desarrollando a un nivel que mi país no me permite actualmente. Valoro más que nunca la calidad de vida y la comodidad que he tenido allí toda mi vida, y veré como se van dando las circunstancias. No es fácil compatibilizar una proyecto de vida personal con una carrera profesional fuerte estando a caballo entre dos países. Todo se verá.

 

Sara de Maintenant

Sara de Maintenant es Arquitecta por la Universidad Politécnica de Madrid. Actualmente desarrolla su trabajo en Panamá.

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